La séptima cruz

¿Por qué retraducir y volver a publicar una obra que tuvo su primera edición en español a principios de la década de 1940, en la traducción del exiliado español Wenceslao Roces? Se podría pensar que después de tamaña traducción canónica —el traductor compartió con la autora la traumática experiencia de la persecución, la huida y, finalmente, el exilio en México— sería impensable atreverse a hacer una nueva. Pero resulta que yo tenía muchas ganas de hacer una traducción al español mexicano, porque quería que pudiéramos leer aquí esta gran obra en nuestra propia variante lingüística, en un léxico y un tono que nos resultan familiares. Era la única manera de incorporarla al canon literario mexicano, al cual, desde luego, pertenece. Además, quería actualizarla. Mucho se ha dicho que cada época requiere de sus propias traducciones, y a mí me parece que esto es verdad. No niego que tiene su encanto leer en un castellano de los años cuarenta, con su pátina histórica. Pero yo quería que cualquiera hoy pudiera leer La séptima cruz y sentirla cercana. Porque cercano nos resulta también el tema. Porque también aquí hay gente encerrada en prisión, perseguida o, de plano, muerta: por sus convicciones políticas, por ser activista ambiental, por ser periodista. También aquí quien se lograra evadir de una cárcel estaría supeditada a la solidaridad (o falta de ella) de la gente con quien se topara en el camino.

Por otro lado, me seducía mucho el reto de traducir una obra de esa época y de esa dificultad. Tuve que hacer mucha investigación, leer a otros autores, estudiar mucho. Y consultar a muchas personas, empezando por Gerold Schmidt, quien conoce muy bien el tema y, aparte, es mi lector profesional.

El muy cuidado trabajo editorial estuvo a cargo de La Cifra Editorial. A sus directores, Genoveva Muñoz y Carlos González, les agradezco enormemente su dedicación a este proyecto editorial de largo aliento. También a Emiliano Becerril, de Elefanta, editorial con la que se hizo una coedición y que aportó el hermoso diseño de la portada, de Abril Castillo. Y, siempre, al Goethe-Institut, por su enorme y constante respaldo. El Goethe sigue siendo mi casa desde que empecé a trabajar ahí, hace más de 30 años. Sin él y los colegas y amigos que he conocido ahí a lo largo de las décadas no sería quien soy.

La presentación de La séptima cruz, el 28 de junio de 2o23 en el Auditorio Altana del Goethe, fue tan especial, sobre todo, por una razón: es más que poco común que en una presentación de libro la estrella sea la traducción, y por tanto, la traductora. Gracias a todos los que lo hicieron posible

Este proyecto de traducción fue posible gracias al apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte.