15 semanas después… «Tamangur»

Han pasado exactamente 15 semanas desde que empecé mi cuarentena, el 16 de marzo. Y se sigue sin saber con exactitud cuándo va a terminar esta pesadilla coronavírica. Es imposible saberlo, claro. Hay tantas variables y tantas agravantes y este bicho es tan nuevo y desconocido, que resulta imposible predecir nada. Quizá eso sea lo más angustiante de la situación. Por lo menos, me parece que ya tenemos un poco más de claridad sobre los riesgos, sobre las formas de contagio más frecuentes, sobre cómo cuidarnos. Eso ya reduce un poco la incertidumbre. Aun así, tenemos que seguir armándonos de paciencia… y de sensatez: quienes tenemos la fortuna de poder hacerlo, sigamos en casa. Ya llegará el momento de salir a la calle y de poder darnos todos los besos y abrazos que se nos han calculado en estas interminables semanas.

Yo, de 15 días para acá, he empezado a resentir en serio el encierro y sus consecuencias, ando con una angustia encima que no palia ni mi rutina de trabajo, que hasta ahora me había servido de muy buena red. Entonces, para ocupar mi cabeza en cosas productivas y para retomar mi blog que tenía tan abandonado, decidí empezar a publicar fragmentos de mis traducciones.

Inauguro con Tamangur, la hermosísima nouvelle de la poeta suiza Leta Semadeni. Este librito se publicó en 2018 en La Cifra Editorial, que dirigen al alimón Carlós González y Genoveva Muñoz. Traducir esta novelita (y todo lo que conllevó) ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida profesional. Para empezar, porque el proyecto lo sugerí yo. (Quienes sean traductores literarios, sabrán el triunfo que esto representa.) Después de haber leído el libro para presentarlo en 2017 en un evento de la Embajada de Suiza, organizado por Julia Stüssi, quien en ese entonces era la agregada cultural, me enamoré a tal grado de él, que no descansé hasta hallarle casa editorial. Tuve la fortuna de que Carlos y Genoveva se entusiasmaran por el libro en la misma medida que yo. Además, son muy buenos editores, gentiles y generosos, y excelentes personas. Cuando se publicó el libro, en 2018, vino Leta a México para que lo presentáramos juntas en una pequeña gira por Ciudad de México (Biblioteca Vasconcelos), Puebla (Librería Profética), Tlaxcala (Museo Miguel N. Lira) y Querétaro (Café Moser) y que culminó, cual debe, en la FIL de Guadajalara. Muy, muy felices días, que ahora miro con añoranza.

Copio la breve semblanza sobre Leta que viene en la cuarta de forros del libro:

Leta Semadeni (Scuol, Suiza, 1944), ampliamente reconocida en Suiza por su obra poética, ha concebido en ésta, su primera novela, un universo de potente lirismo poblado de personajes entrañables. A lo largo de 73 capítulos breves, Tamangur construye con una luminosa voz narrativa la compleja relación de una anciana llena de manías y de una niña que apenas comienza a entender el rigor de la existencia.

Yo añadiría que, aunque Leta también escribe en alemán, su lengua materna es el romanche o retorromano, que es la cuarta lengua oficial de Suiza y la que se habla en Engadina, el valle donde nació. Sus poemas son bilingües, y los escribe, dice ella, «es estéreo»: a veces empieza un poema en alemán y luego, a la par, va escribiendo la versión en romanche. Es posible que la versión en alemán se vaya modificando conforme escribe la versión en romanche. O al revés, lo empieza en romanche y el texto en alemán va surgiendo sobre la marcha.

Y ahora va el primer capítulo de Tamangur:

1

Es medio día, las campanas repican, las calles ya están vacías. Por entre las ranuras bajo los pies brota la breva. La niña se agacha, saca un poco de esa masa negra con el dedo índice y la agita para que se enfríe, se mete el dedo en la boca y empieza a masticar, mientras que sube por la calle empinada con paso veloz, la cabeza baja y aún embelesada por el final de una historia que el maestro les leyó en clase: un joven y una muchacha, estrechamente abrazados, se dejan llevar en una barca cargada de heno, y la luna de oro rojo deja una reluciente estela en el río.

La brea en su boca sabe a peligro.

La oreja que todavía atiende los ruidos de afuera oye pasitos que se acercan, y cuando pasan junto a esa oreja, la boca dice por sí sola Buenos días.

Sólo al no obtener respuesta la niña emerge bruscamente de la historia de la luna roja, se acomoda los lentes en la nariz y sigue los pasos con la vista.

Más abajo en la calle empinada camina una cabra cobriza con una franja negra en el lomo.

El animal voltea a verla como si se quisiera disculpar por la descortesía.

 

A veces el abuelo le decía a la abuela: Eres como una cabra, por un lado muy cariñosa, pero en cuanto hueles un hierbajo no hay quien te impida irte.

 

Poco después la niña está sentada en la cocina y come la sopa a cucharadas con la abuela. De cuando en cuando la anciana deja la cuchara en el plato y mira el techo.

La tercera silla junto a la mesa está vacía. El abuelo está en Tamangur. Frente a la ventana de la cocina se inclina el saúco. Ya está cargado de bayas.

 

En el momento en que un cazador es recibido en Tamangur pierde veintiún gramos, porque su alma se desprende del cuerpo para regresar a donde vivía antes.

El alma es un animal de costumbres, dice la abuela, es fuerte aunque sólo pese unos cuantos gramos, y siempre impone su voluntad.

Es libre de ir donde quiera. Con sus escaso veintiún gramos siempre encuentra un rinconcito donde quedarse y desde el cual sacar a la abuela del diario trajín. Ella se pelea con el alma y la regaña: No eres nada, le dice, no eres más que una cosita insiginificante. ¿Qué voy a hacer con una cosita tan insignificante?

Leta Semadeni, Tamangur, La Cifra Editorial, México, 2018.